Fotos Armando Rivas
Fue una vedette que infundió temor a sus rivales en las carreras de principios de la década del 30. Muy pocos autos de toda la historia fueron como él, veloces para turismo, imbatibles como sports de competición o exquisitos Grand Prix de pura sangre. Y esas características sirvieron para darle el gran renombre que la casa italiana consolidó antes de la última guerra. Aquí tenemos uno para conocerlo: pertenece a Ernesto Dillon
Terminó la década del veinte. Las principales casas europeas tomaban conciencia del tiempo que había pasado desde que sus modelos de competición vigentes hasta ese momento habían debutado.
Si Bugatti miraba para atrás, llegaba hasta 1924, que fue el año en que debutaron sus exitosos type 35 en Lyon. Pasaron seis años y el motor de un solo árbol de levas a la cabeza, por una simple razón evolutiva, iba a ser irremediablemente derrotado por la competencia. Que en el caso de las marcas italianas podía ponerse crítica.
Sin embargo Alfa Romeo tampoco trabajó con mucha intensidad en motores nuevos en ese ciclo 1924 - 1930. Cebado quizá por la interminable lista de triunfos que acumuló el tremendo modelo P 2 durante todos esos años, puso en circulación dos motores de 1.500 cm3 y 1.750 cm3 (el famoso 1750) que básicamente tenían las mismas características (seis cilindros, compresor y cojinetes planos), diseño de Vittorio Jano, que impulsaban un agradable coche sport - competición.