Peugeot 106 Rallye
Morder el polvo
Revista Motor 16 Nro 539. Año 1994
El 106 Rallye sigue los cánones «racing» de cualquier coche de carreras y está enfocado hacia la competición, aunque esto no quiere decir que no sea agradable de utilizar a diario por cualquier mortal que, sin llegar a vestir el mono de piloto, disfrute de las sensaciones excitantes de una conducción deportiva.
El apartado mecánico ha sido mimado al máximo en el 106 Rallye y el alma de esta pequeña fierecilla desarrolla 100 caballos de potencia a partir de un motor de sólo 1.293 centímetros cúbicos. Dicha mecánica venía utilizándose ya en los Peugeot 205 Rallye, aunque la adopción del catalizador ha obligado a sustituir los anteriores carburadores de doble cuerpo del 205 por un sistema de inyección electrónica que da al traste con los problemas de puesta a punto que tenía este modelo.
Pero lo más característico de este motor es la forma de entregar la potencia. La fase especialmente cruzada del árbol de levas, también específico del 106 Rallye, justifica una entrega de potencia similar a la de los motores con culata de 16 válvulas. El 106 Rallye obtiene la mayor potencia a 7.200 rpm y el valor de par máximo a 5.400 vueltas.
A pesar de ser una mecánica con una respuesta muy puntiaguda, la utilización por ciudad es agradable, sin embargo, el Peugeot 106 Rallye está hecho para la carretera. Las suspensiones y los frenos son los mismos que en el 106 XSi, aunque el Rallye incorpora unas estabilizadoras de mayor diámetro que mejoran su comportamiento en curva. Es sorprendente cómo un coche con una distancia entre ejes tan corta se sujeta tan bien, con una nobleza total y unas reacciones muy ágiles.
Toda la potencia del motor se aprovecha al máximo, gracias a unos desarrollos de cambio bastante cortos y a un manejo de la palanca muy rápido; sin embargo, el sistema de dirección es mejorable, puesto que resulta excesivamente desmultiplicado para un coche de pretensiones tan deportivas.
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