Un concepto diferente
Revista Road Test Nro 74. Diciembre de 1996
Quien se sube a un hot rod no debe esperar las mismas sensaciones que en un auto común. El Plymouth Prowler es un claro exponente de ello. Este producto llegará a Brasil el año próximo. Claro que conseguirlo aquí no será fácil
La invitación sonaba tentadora, aunque en la práctica podía parecer disparatada. ¿Qué sentido tiene manejar un hot rod?. El sentido que le da a las cosas el disfrutar lo que uno hace.
Fue entonces que decidimos viajar a los Estados Unidos, más específicamente a San Diego, para subirnos a bordo del Plymouth Prowler, un producto que, según sabíamos, contaba con una gran tecnología bajo el capot.
El hot rod es producto de la imaginación de muchos americanos que derepente, depresión del '30 mediante, se vieron pobres y tuvieron que acudir a todo su ingenio para despuntar el vicio de los automóviles. Alcanzaba para comprar algún antiguo roadster al que, con trabajo y esfuerzo, se lo ponía más caliente y de ahí deriva el nombre hot (caliente en inglés) rod (abreviatura de roadster).
Mucho habíamos visto y leído de los hot rod, pero manejar uno, nunca. El chasis de este Prowler -presentado en 1990- fue íntegramente concebido en aluminio, como en la mayoría de los elementos que lo conforman y esto incluye a los discos traseros de freno y al cardan. Al echar una ojeada en las suspensiones traseras uno descubre cuan lejos han quedado los tiempos del eje rígido con diferencial y que esto ha dejado paso a una suspensión independiente con brazos inferior y superior. Por supuesto que todo es de aluminio forjado.
Adelante la cosa no está menos desarrollada, ya que los espirales, concéntricos con los amortiguadores, son internos, accionados por balancín, solución similar a la adoptada en los autos de fórmula.
Para completar un panorama que lo emparenta con los automóviles de competición, se destacan las enormes ruedas traseras de 20 pulgadas (primera vez en un automóvil producido en serie) sobre las que se montan neumáticos 295/40 R 20V Adelante calza neumáticos en medida 225/45 R17V.
Un motor interesante
El propulsor del Prowler es el mismo V6 de 3.5 litros que llevan los modelos de la línea LH, que con sus 24 válvulas eroga 214 CV a 5850 rpm y un torque de 30,9 kgm a 3100 rpm. Su sonido se escucha desde dos salidas de escape intencionalmente elevadas. La posición de manejo es adecuada aunque resulta incómoda una línea de cintura algo el6ada y el instrumental limitado. Como toque romántico, el cuentavueltas está colocado, mediante una abrazadera, en la columna de dirección. Como buen americano, cuenta con el infaltable cruise control. Manejar el Prowler, tal como podía esperarse, es bien divertido, pero la sorpresa estuvo dada en el confort de marcha. La dirección asistida, con sistema de piñón y cremallera, es directa y precisa. La suspensión, firme aunque no de manera exagerada, permite encarar curvas rápidas aplicando la potencia sin provocar un efecto de sobrevirancia. Con una distribución de peso de 45/55 % es fácil deducir que estamos en presencia de un deportivo de raza. El Prowler pesa 1.270 kilogramos lo que le confiere una relación kg/CV de 5,9 suficiente baja como para permitirle acelerar de 0 a 100 km/h en 8 segundos. La aerodinámica lo penaliza, pero de cualquier modo la velocidad máxima está limitada a 180 km/h. La capacidad frenante es más que suficiente y carece de sistema antibloqueo ABS. Chrysler prometió importar el Prowler a Brasil (a un precio de superior a los 40.000 dólares) y aun no está definida su llegada a la Argentina. Si tiene ganas de comprar uno de los 3000 que se fabricarán el año próximo, no pierda el tiempo pensando en el color: todos son púrpura.
Por Bob Sharp
Fotos Michel Delaney
Motor similar al que equipa a la línea LH. Óptimo funcionamiento
Espacio. Poco lugar y hay que aprovecharlo. Los faros se ponen donde se puede
El auto por las calles de San Diego
Líneas. Indudable estilo retro, con soluciones estéticas agradables