Revista Corsa Nro 482. Agosto de 1975
Nos llaman dos o tres veces por día. Vienen a consultarnos con planos en la mano y todo. Nos escriben rogando que les trasmitamos los secretos mágicos mediante los cuales cualquier hijo de vecino puede trasformar su automóvil al sistema de gas licuado.
Basta ya, señores. Terminen con las súplicas. El decreto Nro 66, del 10/1/75 es terminante; en su artículo primero dice: "Prohíbese el uso de gas licuado de petróleo como combustible para el accionamiento de vehículos automotores". Y en los considerandos se esgrimen contundentes razones.
Se estima que si bien el gas licuado por sus características técnicas es apto para el fin indicado, con tal procedimiento se continúa utilizando energía proveniente de fuentes perecederas que son de interés preservar, y que el empleo de gas licuado en automotores afectaría las disponibilidades destinados a los fines específicos prioritarios como combustible de uso doméstico y como materia prima petroquímica.
Además, se señala que el país es deficitario en gas licuado y su importación para satisfacer la demanda normal del mercado requiere una significativa erogación de divisas la que obviamente se incrementaría de difundirse la adaptación de vehículos para funcionar con este combustible. Por lo tanto, toda tentativa de trasformar su automóvil lo condena, si lo pescan, a una temporada de presidio y el secuestro del vehículo.
El sistema de garrafas sólo puede ser utilizado, por ahora, y en la cocina para desilusión y en la cocina para desilusión de infinitos propietarios de medianos y grandes que encuentran en el sistema de gas la solución contra los tropicales gastos de nafta a que se ven compelidos.
De cualquier manera, y una vez hechas las aclaraciones de rigor, creemos conveniente volver a explicar en qué consiste el sistema y cuáles son los beneficios que se podrían obtener a través del mismo.
La trasformación de un automóvil al sistema de gas licuado no presenta mayores dificultades: se trata, simplemente, de comprar un equipito especial compuesto, fundamentalmente, de un estabilizador de presión de gas y que la lleva a la presión atmosférica y una brida de adaptación al carburador original.
Una pavada, apenas, pero que permite ahorrar muchísimo dinero. Y si no, haga cuentas: un Peugeot gasta, en ciudad, unos 15 litros por cada cien kilómetros. Una garrafa de diez kilos equivale a 17 litros de nafta. Como se puede apreciar la relación de costos es amplísima. Además, los expertos europeos y norteamericanos le ven un gran futuro al sistema por el mínimo grado de contaminación ambiental que produce. Pero, en general, hasta ahora la presión de los Petroleros ha sido lo suficientemente importante como para frenar las experiencias más serias en la materia.
En este asunto adhiero 100% al gran Eduardo Smok. Sería una gran solución para muchos problemas energéticos, fiscales y ambientales en nuestra región la apuesta por parte del estado por políticas que promuevan la conversión de automotores, ya sea particulares como comerciales, a GNC.
ResponderEliminarSaludos, Julián Moreau